PICHI EPEW : EL HACHA DE ELÍAS

TRAPI EPEW. “EL HACHA
DE ELÍAS”
Pica el Trapi en su punto. Se refriega
en la orilla antes de entrar en combate con los porotos inundados en el caldo
crepuscular de las longanizas. Los fideos fornican pálidos en su orgía de
brazos y piernas. El zapallo guarda silencio y sólo declarará en presencia del cilantro.
Inundado hasta las narices en el
invierno, Elías Collillelfu picaba leña y a él le picaba el ají de los sudorosos
porotos hirviendo en rojo, el rojo del
refriegue, del convite de la fiesta que humeaba en el plato. El Trapi entra y
sucumbe entregando su cuerpo raspado a los caldos, luego su leche de tierra
entra a la boca hiriendo a gotitas, como si minúsculas chispas de fuego
volcánico quemaran en delicioso infierno las entrañas del Picador de leña. Elías
Collilelfu picaba un tronco y lo convertía en diez palos, de ese palo nacían
diez astillas y así multiplicaba el hombre, todo lo picaba para ganarse un
plato de porotos, parecidos a él. Y a él le picaba el ají sin mansedumbre sólo
para volver a convertirse todo en fuego. Y luego venía la tibieza del aire y de
la carne como ocurre casi siempre en el sur: se inflama el pecho de ají, si iza
el hacha hacia el corazón de la llovizna y cae justo en medio de los troncos del
Laurel Macho que huele a trancos de Pangui, de la Laurel Hembra olisca a pájaros
mojados, de los Guayes revestidos de
barbas verdes y blancas. Ha triunfado el hombre, sólo por un momento breve, esa
brevedad suficiente para olvidarse del frío y la escarcha mientras los porotos
sazonados con el picor del ají lo harán transpirar los misterios de la selva y su leña, mojar la
camisa. Ha triunfado el hombre, ha triunfado Elías hasta que venga esa otra
hambre con la consigna sangrienta de un ají que refriega sus costillas para
morir en el plato quemando el frío de un invierno que se apaga para volver de
nuevo.
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