TRES HISTORIAS DE RODEO CHILENO o CONTRADICCIONES NATURALES DE UN CARNÍVORO IRREDUCTIBLE.








TRES HISTORIAS DE RODEO CHILENO o CONTRADICCINES NATURALES DE UN CARNÍVORO IRREDUCTUBLE.
Por Javier Milanca Olivares

I

 “Como pretenden que yo, que lo crié de potrillo, clave en su pecho un cuchillo, porque el patrón lo ordenó”

Parto diciendo que de niño fui llevado al Rodeo, esto porque muchos de mis tíos y familiares se dedicaban con ahínco a esta actividad, pero sólo como se le permite hacerlo a los pobres. Tuve tíos Petiseros, Preparadores, Coleros y una de mis más agraciadas tías fue coronada, al terminar el Champion, con ese extraño título de Reina del Rodeo. Mis tíos sabían mucho de rodeo pero jamás fueron aceptados a Correr (en jerga rodeística ser partícipe) en competencia, pues como se sabe para eso hay que tener aperos costosísimos, ser descendiente de terratenientes, formar parte algún Corral o Club y sobre todo tener el dinero suficiente para mantener caballos bien reparados, caballos que reciben el nombre de Corraleros, como esa tonada muy gráfica de los que es el rodeo, escúchela. O sea mi familia vivía en carne y tiempo esa cruel discriminación de participar en un deporte del que sólo pueden disfrutar los dueños de fundo o parceleros con ínfulas de grandeza y a ellos, mis tíos, sólo les quedaba el aplaudir en cada Carrera las hazañas del Patrón. 
Todavía recuerdo que a mis cinco años fui por primera vez a un Rodeo llevado por mi madre. La primera memoria de eso que tengo es el pavor que me dio entrar a lo que se hacía llamar Media Luna pues al pasar por fuera del Casino de Huasos de inmediato pude ver a dos Huasos peleando, ataviados con su vestimenta y dándose de golpes con más alharaca que efectividad. Una vulgar pelea de borrachos pero desde ahí, y esta es la importancia de las primeras imágenes que se forman en la mente de un niño, siempre que veo a alguien vestido de huaso creo que quiere pelear y me pongo inconscientemente a la defensiva, sean estos los Quincheros o esos niñitos de kínder vestidos para desfile.
Mi otro recuerdo es que lo que se llamaba Media Luna no era un gran pedazo de queso amarillo cortado por la mitad sino que terminó siendo un corralón atestado de gente que miraba como un par de jinetes trataba de reventar a una vaquita en contra de una mal acolchada esquina. Temblé de miedo al ver que las escalinatas estaban peligrosamente separadas e imaginé de inmediato que alguien pudiera pasar entero por ahí y caer a un abismo de pestilente mierda de vaca. Me asustó que las graderías estuvieran en tan precarios equilibrios con mucha gente amontonada que celebraba y reclamaba las observaciones de una voz misteriosa que desde un megáfono sentenciaba puntos o sancionaba faltas. Estos siniestros personajes, de lo que sólo podemos escuchar sus voces porque están en una atalaya alta es un juez y un secretario, son verdaderos dioses infalibles, ya que sus fallos son inapelables y sus decisiones disciplinarias también. En sus dictados de este impersonal jurado no existe la segunda instancia, imagino fácilmente que el perro Pinochet fue en su juventud jurado de Rodeo. Luego de pasada esa suma de miedos, justo en la esquina donde yo y mi mama nos instalamos, el novillo, muy sobrepasado por la persecución de sus captores subió desde la arena al palco de la gente causando tal alboroto y arrancadera que muchos cayeron y otros fueron pisoteados por la estampida humana. Mi mamá, mujer de campo, me levantó fuertemente y me dijo que una vaca por desesperada que esté nunca pisa o atropella a una persona. Y claro, el pobre animal a pesar de ser perseguido y golpeado, nunca arremetió, como se hubiera esperado, en contra de cualquier representante de la especie humana que en ese momento era de dudosa humanidad. Desde ahí pienso que las vacas son seres grandiosos y de una nobleza muy superior a cualquiera de esta tierra. Debo decir, en aras de la verdad, que ese pensamiento lo sigo teniendo cuando disfruto de una empanada o de un jugoso asado. Contradicciones naturales de un carnívoro irreductible.
Esa tarde la cosa siguió sin mayores novedades para los demás, pero siguió como una tortura para mi mente de niño de unos cinco años. En un alto de la competencia, un hombre llamado Pancho Pistolas trataba de montar vacas o caballos ariscos borracho como estropajo y haciendo proezas que en cualquier momento le podrían dejar roto el cuello. El público aplaudía enfervorizado, y una vez terminado su show de amansa, se iba a las graderías sombrero en mano pidiendo dinero o lo que sea su voluntad por tan grandiosa presentación. Salvo eso, todo siguió igual o peor. Vacas reventadas que eran obligadas a seguir corriendo con la técnica de tirarla de la cola (de ahí la labor del Colero), o picaneadas con la lanza en punta de clavo que usa el Capataz, jefe de la arena y que obedece las órdenes de un Secretario y un Juez o como ya les llamamos dioses infalibles. Los caballos siguieron sangrando en sus ijares por la contundencia de las espuelas asesinas que los jinetes usan sin compasión, más de algún huaso también se accidentó sin mayores novedades, algo normal en la competencia y por eso hoy en día los corredores usan el habitual sombrero de huaso con un casco de motorista debajo. Al caer la noche comienza la música para preparar el baile de amanecida hasta el otro día, ya que un rodeo que se respete dura dos días y tres de celebración. 
De ahí no volví al rodeo, y pude librarme de esa actividad por un buen tiempo aunque no definitivamente puesto que la vida no es hermosa pero es original. Creo que mi mamá quiso volver a llevarme pero yo usé la herramienta de las pataletas que tan buenos réditos producen a esa edad. Pero de lo que no pude librarme es de escuchar muchas conversaciones de rodeo en el ámbito familiar. Por ejemplo sé quién es el potro “Estribillo” que todo buen perseguidor de vacas venera, es más, conocí hijos del Estribillo. También sé lo que es una "Tijera en Mitad de Cancha" y cuando una atajada no da puntaje por estar el "Caballo Derecho en Zona de Postura". Incluso sé cuando vale dos o tres o cuatro puntos buenos una atajada. Pero si aprendí eso de pequeño, aprendí también de que el rodeo chileno es la feria de las vanidades del Patrón de Fundo, la fiesta Patronal que resume la sociedad chilena por excelencia, la cumbre de los Huasos Brutos, el congreso ridículo del huaso Kuliao con plata, el reviente criollo de los que han sido dueños de este país. El rodeo es el programa de Kike Morande de a caballo y por eso no es raro encontrarse a ese personaje en las graderías. El rodeo es una mafia de poderosos que quieren imponer como modelo de chilenidad el abuso, el uso de la fuerza sin sentido por sobre la resignada tropa de campesinos pobres que somos todos nosotros. Para mayor abundamiento otro ejemplo de que el rodeo es aborrecible, es que Agustín Edwars, el dueño del Mercurio, era dueño de uno de los criaderos más importantes de caballos Corraleros el Santa Isabel, cercano a ese fundo de Futrono que su mujer atestó de jesuses crucificados para que sus inquilinos y obreros se conformen con la redención mientras ellos se quedaban con su plata.
Por eso me parece buena esta batalla en contra del "rodeo", pues todo lo que lo "rodea" está manchado, es clasista y es una demostración del poder. El rodeo es la ideología derechista funcionando, repito es pura ideología. Y como bien lo decía el certero Miguelito Foucault  a todo poder se le opone una resistencia y en este caso la resistencia es una resistencia de clase. Y esto es ideología pura, hay que decirlo sin vergüenza, luchar contra el rodeo es una forma de ir en contra de estos Patrones que nos han gobernado y hasta nos dicen en que creer y hasta cual es nuestra identidad, tan bien retratada en uno de sus himnos que se enseña con pasión en la escuela y que hace llorar a generaciones de chilenos, aquella canción en que ese patrón no tiene los cojones para matar a su caballo Corralero que ya no cumple su servicio de entretener y por eso debe ser eliminado. El patrón, como buen burgués capitalista observa que su caballo ha perdido, para él, su funcionalidad y no le encaja en su máquina productiva y manda, como es lógico, a su peón a realizar el trabajo sucio de darle una eutanasia a cuchillo limpio. El peón suplica, colocándose en un lugar desesperado de paternidad, pues ve reflejado su futuro con el del animal y con todo el temor de su alma pide que no rachasen su humilde consejo. Curioso es que ese autor, que demuestra tal sensibilidad por los animales le importe un repepino una vaca de rodeo o un novillo reciencito correteado. 
Terminar con el rodeo sería una reforma agraria 2.0. porque es una nueva forma de pegarle en los genitales a la clase patronal, en esta oportunidad tal vez sean las vacas, esas nobles sustentadores alimenticias, las que nos ayuden de manera contundente a terminar esa fiesta de la brutalidad espejo de la gran injusticia social de este territorio o mejor dicho Fundo que llaman Chile, y por último, con todo el resentimiento de clase digo que no hay nada mejor ni más sanador que aguarle la fiesta a los dueños o mearle el asado a los patrones, jodiéndoles lo que más le gusta: su puto rodeo.

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