PICHI EPEW : LA DECIDIDA PILAR LIUKURA

LA
DECIDIDA PILAR LIUKURA.
Javier
Milanca
Pilar Liucura salió
corriendo derechito hacia el mismo mallín en donde las sabias la mandaban a
buscar remedios. En su desbandada siguió la huella triste por donde las vacas
enfermas se van a morir solas y se adentró en esa oscuridad solemne en que a los
duendes hostigosos les gusta desorientar a niños poco avispados. Con bufidos
caminó en el barro y en él hundió sus botas de goma hasta perderlas en el fondo
de esa gelatina humeante. Respirando cortito llegó al puente de los marullos y
el ruido abismante de los remolinos la hicieron
confirmar su decisión de lanzarse al río Ñilawen y que esos meulenes machos
decidieran su mala suerte. El agua fría la recibió de espaldas y la corriente
la apaleó como si fuera una pobre camisa sucia. Siguió más abajo estrellándose
en las piedras filudas, enredándose con las kilas orilleras, restregándose con
la arena ríspida. Desparramada en el agua torbellino un furtivo tronco de alerce
pétreo la mató de un certero golpe en la cabeza
pero con otro igual de fuerte revivió. En el primero se murió de quince
años y en el segundo se sintió resucitar con doscientos completamente lúcida y
fresca. Más abajo, en un calmo, se reincorporó lozana y despierta como venada
que recién arranca de los perros y dichosa de sentirse fulgurantemente recién
parida. Fue por eso entonces que nunca más volvieron a decirle que se casara por
la fuerza y pasó el resto de sus días terca y feliz igual como si no se hubiera
muerto nunca.
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