SURALIDAD DE CLEMENTE RIEDEMANN Y CLAUDIA ARELLANO...CONVERSA EN TRES TIEMPOS !!!

LA INSOPORTABLE SURALIDAD DEL SER.
Conversa sobre el libro SURALIDAD de Clemente
Riedemann y Claudia Arellano.
Por Javier Milanca
1.
Ya con mencionar la estufa nos
hacemos el mapa.
La poesía,
siempre dependiendo de donde se la mire, es imagen. Pero también es discurso, y
ese discurso no es más que sentarse a
decir estéticamente desde donde se viene, de donde se nació, donde se vio la
luz, si estamos de acuerdo, con eso que no estoy de acuerdo, de que antes era
todo oscuridad. No me gusta hablar de códigos, pero sí de complicidad, es más
entretenido al momento de hacer las confesiones. Pero existen, ¡que diablos!,
en este caso, las palabras son guiños
cómplices que unen, identifican y serán usadas en nuestra contra como todo lo
dicho y escrito. Un ejemplo, una estufa de muestra, la palabra estufa
usada por los poetas “estufo-instalados” en la suralidad, es clave y no hay más
que decir en esta hoja o en esta sala. Los seres desesperados que hemos viajado
mucho sabemos de eso, hay lugares donde la estufa es un animal de fierro, en
otros donde se la llena de maceteros y duermen gatos. Pero acá en la suralidad,
la palabra estufa es el centro de toda vida, de toda historia, es el fogón, es
el kutral y con decir estufa como en varios poemas presentes en este libro ya
nos declaramos insoportablemente sureños. O “suralitores” a perpetuidad que
aprendieron a escribir detrás, encima, debajo de una estufa a leña en esos
condenados inviernos del carajo, comiendo castañas.
2.
Instalando espacios.
Recuerdo al
Poeta serenense Arturo Volantines esforzándose por extender la región de
Atacama para que todos podamos tener Pachamama, bueno en su caso para que todos
podamos leer Pachamama, su libro vital. Entonces pienso que es bueno,
trascendental declarar espacios escriturales, a través de la poesía. No estoy
hablando de que se inventen poéticamente es que esos espacios existen y la
poesía, esa volátil y etérea prostimusa los ve o los siente o le duelen. Y ahí
la poesía pasa a convertirse en algo tan
real, concreto y doloroso como un piedrazo en la cabeza. Chile sabe mucho de
eso, antes de ser trazado en mapas oficiales y declarado país ya existía en la
mente poética de Alonso de Ercilla, que es el verdadero fundador de Chile. Así
la poesía es fundadora o instaladora. No caigamos en el facilismo de hablar de
regiones poéticas, región es un concepto milico más encima y si es milico tiene
que ver con guerra y guerra tiene que ver con matar a alguien y ahí ya estamos
mal. Hablemos de espacio, de paisaje, de tierra, de mapu, de lof, por ahí el
libro dice acertadamente “territorio lingüístico”, y ahí sí que construimos
suralidad, una bella y armónica y a veces dolorosa suralidad. Pues
meticulosamente los poetas instalamos límites o fronteras, mas nunca
instalaremos aduanas.
3.
El sur, paredón y después.
En Chile,
país con vocación centralista, es decir de exclusión, el sur es sinónimo de
selva, de salvajismo, de carretas, de estufa, de muertes a hachazos y de
incendios forestales. Y estoy hablando de gente educada, con más de cuarto
medio, y de gente educadísima, o sea universitaria, que cree que todo el sur es
sinónimo de Lar. No estoy exagerando, y ahí este libro se constituye en un
arqueo intelectual de demostrar que más allá de comer cerezas y cruzar ríos
indómitos hay un notable afán de vida y de auto re conocimiento y de una auto
instalación de un paisaje que sólo se puede entender a través de la pupila de
los poetas. Entre todos los poetas escogidos en esta “Antropología Poética” hay
un rumor, una conversación (junto a la estufa) y cada poeta es un árbol que
nutre sus raíces en diversas tierras y en múltiples identidades que no existen definitivamente
en otros paisajes y la hacen única. Son afortunadamente árboles diversos que
chocan y cruzan amigablemente sus ramas. Por ello es de justicia izar la
bandera del “Sur” frente a tanto centralismo, frente a la ignominia de la
globalización uniformadora, comercializadora, castradora y punto com. No se es
sureño por hablar cantadito, se es sureño por escribir así o asá. El sur de la
Suralidad, es un sur no bucólico ni calmo, es un sur palpitante como sus
cataclismos, agitado como sus volcanes, cada autor es un volcán derramando la
lava de su vida y explicando al mundo, poético me refiero, que el sur también
existe. Que el sur no sólo es Lar, esa
maravillosa costumbre de vivir, y que desde el centro transforman en estigma en
plena frente y en eso de decir: si es sureño es lárico, si es sureño es rural,
si es sureño es antiguo, como si viviéramos en un constante sepia, si es sureño
esta triste. Como explicarle a los centralistas que es eso, pero también mucho más que eso.
También
está bueno que se instale, lo multilinguistico, la multimemoria. Me gusta la
mapuchidad en la suralidad. La alemanidad en la mapuchidad (la palabra mapudeushland
deuslandzungún : Murra es deliciosa). El libro se atreve a decir que hoy lo
anglo y lo nipón también resurgen en los hablantes e imaginarios de cada autor
en el hoy y en el acá. Toda esa potencia y ese acto en este espacio
poéticamente flanqueado por la poesía. Y esa es la diferencia, y como dice el
cantante Américo, no es que sea mejor, es diferente nada más.
En
definitiva es bueno y me gusta que se instalen estos códigos reconocibles y no
comparables con ninguno Y ¿dónde comienza el sur?....tengo una teoría y quiero
compartirla con ustedes, el sur comienza desde donde los Queltehues les pasan a
llamar Treiles, y termina en donde los Treiles pasan a llamarse Queltehues…y eso
es más o menos al sur de Concepción.
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