Gabriel Canihuante.
“la Historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

“La Historia de Don Crispín, Doña Anita, el Guaripola y otros cuentos”
(Editorial Universidad de la Serena 2010)
Gabriel Canihuante cree por sobre todas las cosas en el metal valiente y tranquilo de esa consigna heroica y fatídica. Hoy, que todos los detergentes han lavado y deslavado esa frase cálida y esperanzadora, transmutándolas por otras más mecánicas y utilitarias con el remojo de los nuevos tiempos, algunos creemos orgullosos que es una verdad a toda sangre justo en frente de quienes quieren probar lo contrario. Obvio, está demostrado que hasta una rascada de oreja (lo narra Canihuante) altera el orden de las cosas. O como se dice usando un melindreo clasista en este caso: una mariposa puede aletear en China y provocar un cataclismo telúrico en la querida y contracturada Iloca. Sin embargo yo afirmo: La política y la literatura chilena en general, hoy día, piensan lo contrario.
Pero permítanme usar ejemplos de la ciencia paro explicarme mejor y déjenme usar unos “Ya Basta”.
1. Mi abuelo siempre decía a manera de copla, con tono ladino como huaso que era, que si al sol se le aparece un bello y claro anillo estamos cerca de un rotundo temblor, jamás fallaba, pero recuerdo la denodada defensa de su error que hacen los científicos aduciendo que no tiene nada que ver el cielo con la tierra, y aquí mi primer “ya basta”.
2. Mi madre trémula me dice que las articulaciones de las rodillas se le han convertido en dolorosas bisagras de vidrio molido y me anuncia, con convicción de madre, que va a llover a cántaros, mejor tomo el paraguas y me desatengo de oír los vaticinios de la televisión y la internet (peor aún, si hoy día estos informes provienen de departamentos de alguna rama de la equivocada defensa nacional). De inmediato los científicos de siempre me dicen que no hay razones para pensar que la artritis de mi madre se relacione con la atmósfera. Y aquí va mi segundo “ya basta”.
Ya basta, porque todo está relacionado y no somos entes desprendidos de alguna nada y por ende la naturaleza y la historia que pasa mientras descansamos en nuestro sillón y que nos afecta, por ejemplo con el precio del pan y de los libros, es el producto de una serie de hechos concatenados que en definitiva nos explican lo que somos y de que estamos hechos, antes de los hielos y de todas las globalizaciones existentes y por existir. Con ello y con mucho, Gabriel Canihuante se empeña con justicia en poner en el ruedo de la narrativa a estos “mal entretenidos”(como se les llamaba a los pobres en el Chile colonial, antes de los bicentenarios) o “neo pícaros” o simplemente personajes comunes y corrientes, los coloca con justicia como sujetos estéticos, vitales y auténticos para decirnos que sus pequeñas vidas también conforman la Historia y nuestra realidad, por ende merecen estar en los libros.
Me dirán los quisquillosos que las leyes de la naturaleza y las leyes de la sociedad no tienen nada que ver. Yo le daría un tercer “Ya Basta”, porque desde hace tiempo hay que pensar que toda la naturaleza y toda nuestra sociedad responden al más mínimo aporte de cada uno de esos seres, por celulares y marginados, que éstos sean.
Eso es lo que surge en estos cuentos de Canihuante y gracias al buen trato narrativo de su autor podemos descubrir y convivir con la agonía viril de unos fantasmas que desean cumplir y resucitar esperanzas en un último gol. Ver como deambulan fisgones desesperados y erráticos, pueblos enteros que mueven y que construyen circos reales y de espejismo, como se lucha en contra del imperio demoledor de la economía y de la fe. También, y en un cuento sobre el miedo tan humano, la traición maquinada desde el horror de la sinrazón. Ronda en los relatos la ternura cotidiana de los deliciosos aromas de las mujeres, la magia de la desavenencia de los tiempos o la morbosa confusión de la belleza corporal sin distinciones. O como por amor es fácil perder los estribos y los ojos, o por vicio perder la dignidad y la hombría. A mi juicio toda una pléyade de diminutos gigantes. Por ello vale la pena inmiscuirse en estas historias, en estas vidas difíciles pero nunca áridas. Hoy, en que los protagonistas de cuentos y novelas del cánon oficial y santiaguino se repletan de grumosos escritores o estudiantes de literatura, están estas historias de Canihuante acerca del pueblo construyendo su historia. Si alguien me dice que eso es ser pequeño o marginal o provinciano yo les daría un cuarto y bien merecido “Ya Basta”.



Javier Milanca
Escritor y Poeta
Cuz- cuz, Illapel

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