DESVENTURAS DE UN PEÑI PORFIADO (dedicado a la banda La Floripondio)
LAS DESVENTURAS DE UN PEÑI PORFIADO
( O DIME QUE PASOOOO!!!)
dedicado a la banda "LA FLORIPONDIO"
JAVIER MILANCA
Malos tiempos, o sea mucho alcohol
sin ritual o sea sin dioses. Sin trabajo. Cesantía incesante. Malos vientos,
fuertes apuros, bolsillos vacíos, dedos pelados, malas manos y ni una mina.
Malas ondas, ásperos tintos, pajas tristes, cachas fomes, mejores amigos, ricas
chelas, pero pocas chelas. Totalmente cesantes. Harto pisco, caleta de ron, de
repente su coñac hasta su Chacolo de Salamanca (“El licor de la mente”, como lo
bautizara el poeta Javier del Cerro) y definitivamente muy poca carne. Así eran
los tiempos sin dioses, sin trabajo, sin remuneración ni leyes sociales. Hasta
que un día la Jaiba se rajó con una caja de pisco (la echaron del restorant
donde trabajaba, por caliente dicen, y ella se trajo el acopio de años y años
de juntar restos y conchos de pisco suelto) y aparecieron por la puerta todos
los desocupados de la tierra, sin que nadie los invocara, sedientos de sangre
de uva, matarifes de los vasos llenos, creyendo eso de que, bienaventurados los
sedientos que de ellos será el reino del Pisco. Con ganas de que el alcohol los
mate de una vez para poder volver a resucitar y así seguir tomando por los
siglos de los siglos. Todo pésimo, a
pesar de que el Lumalonko me decía que eran buenos tiempos, que los peores
siempre son los que están por venir. Así era nuestro querido peñi, que no se
llamaba así, pero así debía llamarse como porfiado que era.
Más encima se nos rayó nuestro CD regalón de La Floripondio en la casa del Chancho,
la radio mala, la luz penca, el lector julero, ni un weón lúcido que atine y se
rayó nomás el Cd y el Macha delirando seguía cantando ´”dime que pasooo” ´”dime
que pasooo” por horas, por meses, por siglos, hasta que se nos quedó como un
mantra machacando nuestra aporreada corteza cerebral. Alguien dijo por ahí que
la cabeza se ponía hedionda por tanta neurona muerta. Repito: malos tiempos,
mala cabeza, el poto helado, el cuello con calambres, la garganta de lija, la
guata quemando y nadie apagando la radio por la chucha!!!
Depílense a cacha!!! Fue la frase del
“Chasquilla de Burro”, otro cesante, que de puro picao gritó porque él no
alcanzó a comerse a la Jaiba. El Chancho fue el elegido y logró la proeza, por
eso de las preeminencias de ser dueño de casa. Con las ganas que todos le
tuvimos en un momento de la borrachera a la Jaiba en que fue la trending topic de
nuestros espúreos deseos. Bueno, a algunos nomás les salta la liebre, a los
otros no les queda otra que conversar y así no escuchar el ruido insistente de
la soledad y confirmar de que hay otros tirando por ahí, al lado, en el barrio,
en todo chile, en el mundo, pero no conversando de cosas interesantes, como yo
con el Lumalonko. Incluso en vez de estar tirando, hay algunos que están
leyendo.
Entre nuestras conversas, yo le
argumentaba al Lumalonko que, Tehuelche estaba mal dicho, que realmente era
Tuwunche o sea gente originaria y él me
decía que el nombre Tehuelche era por el viento Tehuelche, como no iba a saber
él, que nació ahí, debajo de ese viento conchesumadre!!!!. Después me alegaba
que Mapurbe era un concepto implantado por un sociólogo Neerlandés, usado por
primera vez en una conferencia en el Campus Oriente de la Católica y yo le
discutía que era un concepto poético del Peñi David Aniñir, inventado por él en
el corazón obrero de Cerro Navia…En fin, el Lumalonko nunca tuvo idea, nunca
tuvo plata, nunca tuvo mina, nunca tuvo libros, nuca tuvo destino, nunca tuvo
razón, nunca tuvo sentido, pero sí tenía mucha porfía, lo que bien usado, que
no era el caso, viene a ser una virtud.
Y nos fuimos de esa casa sin
coincidir, sin acertar, sin achuntarle y sin tirar. Dejamos a la jaiba y el
chancho tirando, o tratando de tirar más bien producto del pisco brusco- parece
que su acto sexual solo se limitó al “spiderman” (tocación vaginal hecha con el
dedo medio)- acumulado en años, solo, seco, sin medida, que había corrido como
tsunami. Tanto que en un rato gritamos nerudeanamente por explicar algunas
cosas: ¡¡Venid a ver el pIsco por las calles!! ¡¡Venid a ver el pIsco por las
calles!!. Cuando ya nadie nos escuchó nos fuimos con la satisfacción del BEBER
cumplido.
Le propuse que como buenos borrachos
nos fuéramos cantando canciones de borrachos al igual que los borrachos de
antaño, que ya ni eso hacen ahora estos borrachos posmodernistas, y me arranqué
con eso de “bailando como mono” pero el Lumalonko se fue con “baila lolomario”.
Después intentamos de “guata al sol” pero el Lumalonko se fue con lo de “zuperalohólico”.
Bueno la noche no estaba para coincidencias.
Tomamos un taxi, doloroso pero
necesario, para volver a nuestros cansados barrios, los vecinos cansados de
trabajar y nosotros cansados de no hacerlo, que también maltrata. El Lumalonko
pagó de subida y fue el pago de su vida a la vez. Dijo que le quedaban unas
lukas sagradas por vender una colección de Mampatos que se venden como se venden las colecciones de Mampatos: llorando.
Al llegar el Lumalonko le pidió el
vuelto al chofer, dijo haberle pagado con diez lukas secas. El chofer más
irritado del mundo, de inmediato y sin preámbulos, dijo que los indios de
mierda sólo le habían pasado una luka mugrienta. Y ya entenderán que para un
porfiado de ADN Mitocondrial esa es una ocasión que no se desperdicia y el
Lumalonko insistió en que había pagado con billete grande, que estaba seguro,
que como no iba a estarlo. El taxista más grande del mundo, ya instruido
seguramente en esas lides, se bajó con método y con estudiada coreografía nos dijo
que bajáramos del vehículo Mapuches ladrones y con planificada acción extrajo
un fierro como para moler rieles. De inmediato se vino el fierrazo a la cabeza
del Lumalonko, quien medio cocido y todo, logró esquivar. No recuerdo como se
dice en Latín pero hay una frase para eso: la fortuna sonríe a los audaces y a
los borrachos, habría que agregar. Debo decir que dentro de la Carta Gantt del
fierrazo al cliente, el taxista no consideró la relación fuerza /peso y al
errar el golpe se fue con todo, perdiendo
equilibrio y metros de envergadura, incluso de sus manos se soltó el
ablanda pasajeros. El Lumalonko, que no ocultaba su afición desde niño por el
Lonkotun, aprovechó para tomar al ahora, pequeño hombre de las solapas y
soltarle de lleno dos certeros cabezazos, o mejor dicho dos carnerazos sólidos
y descalificadores incluso en peleas callejeras, que dejaron al taxista desparramado
en el suelo, como oyendo las lombrices
de la tierra. En realidad el primer golpe había hecho el trabajo, el segundo
cabezazo lo dio el Lumalonko de puro porfiado. Juan porfiado vivió muchos años.
Luego de un silencio con luceros
titilantes y estrellas no coincidentes. Nos fuimos a paso rápido y nos sentamos
para hablar del incidente. Se nos había ido la cura con los nervios y de la
borrachera sólo nos quedaba un paladar algo agrio y oxidado. Mucha bebida en el
combinado por supuesto.
Aún no sé si al Lumalonko le gustaba
pelear. Hablaba, sin lecturas pero con buen fundamento, de lucha Mapuche, de
lucha social, de recuperar las tierras, de tomarse los espacios, las calles, el
poder y el vino, Hablaba también de volver al Wall Mapu y desde ahí seguir la
lucha, pero nunca de peleas a combo. Lo
vi medio complicado con el tema. Incluso pensó que el taxista debía ser un triste
mestizo chilenito desesperado, sin conciencia
racial, un consumidor de pasta y
de cocaína mala para poder resistir un trabajo de mierda para mantener a una
mujer fea, una amante peor y unos mocosos malcriados. Sacando revisiones
técnicas fuleras, porque en Chile hasta las revisiones técnicas son fascistas. Conclusiones
del Lumalonko, que en su propio soliloquio, fue enrabiándose a sí mismo, que a
pesar de su desgracia nadie tenía derecho a dudar de que realmente había pagado
con diez lukas porque él estaba claro que, se las había pasado. Estoy seguro
que vi llorar al Lumalonko, recriminarse la vida obrera, la cesantía, la
miseria, la pobreza, las esperas en el hospital, el pan duro, la mortadela
agria, las suelas rotas de los zapatos, los fíados del negocio, los parientes
en la cárcel o el resabido venga mañana. Eso que nosotros los pobres llevamos
por destino de vida. Sobre todo eso, eso de la puta espera, por horas, lunas y
soles, hasta que ya las viejitas en las oficinas, los viejitos en los
consultorios asumen con su rostro lleno de arrugas y conformación: esperar y
que los hagan esperar, esperar por trabajo, por la muela picada, las várices,
la cuenta del agua, que le entreguen al nieto, incluso a acostumbrarse por la
reconchesumadre a esperar la esperanza. Agregó, ahora sí con los ojos llenitos
de agua, que el movimiento Mapuche debía tener a un formidable detractor con la
cabeza rota y tirado en la calle. Ahí terminé su discurso, para consolarlo,
pues le dije que el hombre, en todo su sufrimiento no tenía derecho a tratarnos
como nos trató. Además, y para relajarlo, le dije que sus cabezazos no eran tan
buenos porque recordaba clarito que en la escuela siempre le ganó el Nelson
Lienlaf al Lonkotun, y ahora era un profesional universitario más encima, o
sea, ese sí que tenía buena cabeza. El Lumalonko me miró y poco a poco lo vi
perder edad y transformarse en un niño pequeñísimo que alguien va a castigar
por botar la leche o perder la plata del pan. Perdió años, investidura humana y
transfigurarse en un pajarito, yo lo vi en sus ojillos vivarachos transformarse
de porfiado en un ser bondadoso, de LumaLonko en KumeLonko. Comenzó a buscarse
en los bolsillos algo con que secar sus duras lágrimas….Y ahí fue que su rostro
se descompuso, porque en su mano, en medio de un collar Tokikurra quebrado,
unos restos de confort con sangre y un cachito de empaná prehistórico, apareció
un compungido billete de diez lukas, por las cuáles había peleado, y a lo mejor
hasta muerto, al taxista más sufrido del mundo. Y entonces, con terca decisión
se levantó extasiado y confundido por la mala luz y comenzó a correr y correr,
sin destino a zancadas largas y desvariadas, como un Forrest Gump del Gulumapu, tal vez, hacia el
lugar del supuesto crimen, o hacia la nada que era nuestro futuro. Yo lo seguí
como pude y le gritaba ¡Lumalonko,
Lumalonko!.. pero no pude alcanzarlo y se perdió entre los recovecos de nuestra
población, entre los cercos y los postes de luz, hasta que mis gritos se
confundieron con la sinfonía de los perros basureros y los grillos pertinaces…Lo
llamé y no volvió. Es que el peñi era realmente un porfiado!!!
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