Cola de Gallo de Alvaro Ruiz: Un Coctél poético de vidas y latitudes

Álvaro Ruiz Cola de Gallo

Ambrotipo: Mauricio Toro Goya


Álvaro Ruiz es un poeta casi silencioso. No es para él la farándula literaria ni la sonajera. La única vez que se ha puesto camisetas (en términos futbolísticos) o mejor dicho camisas de fuerza es en los barrotes de una antología. Entonces podríamos decir que surgió en una época en que la poesía era una especie de molotov subversiva. Y claro muchos estaban detenidos en las mazmorras de Pinochet, otros en el exilio denostados como membrillos, otros callaron sus lápices por que el horror les apagó la tinta y otros simplemente fueron asesinados, en la forma más criminal del silencio. En esos años aparecen escritores y poetas que no contaban con becas ni postulaban a proyectos postulaban a la vida viviéndola poéticamente, es decir pobres como ratas, vivitos y escribiendo a pesar de las ráfagas. Pero había mucho que decir y en esas letras Ruiz aparece con su silencio, sin categorizaciones, ni poniéndose uniformes ni escafandras. Los bares (La unión Chica) las peñas y los mimeógrafos editaban revistas y poemas. De esa generación es Ruiz de aquellos que batallaron y construyeron sus estilos o sus firmes casas de barro para siempre.



Autor de verso fino que ve más allá de las letras. Sin verborrea logra el sutil arte de definir en una sola palabra sin alterar el pentagrama con desarmonías y la delicada pluma de quienes se saben el oficio y por lo menos conocen los trucos. Ruiz es el preferido de alguno de los grandes por ejemplo Teillier que le dedicó frases como es uno de los pocos que trabajan muy bien la poesía. El otro, el más tierno de los desquiciados, Rodrigo Lira, usó uno de sus poemas para un epígrafe genial (ese del cuchillo de palo) y debo reconocer que fue ahí que lo conocí literariamente. Y también nuestro amigo Cristian Cruz que entre los reconocimientos explica que su editorial independiente “Casa de Barro” la toma de uno de los libros más importantes de Ruiz.

El poeta presenta un periplo por sus predilecciones sin miedo a la similitud porque tiene la propia impronta y porque uno escribe desde, hacia, para lo que admira. En esta entrega Cola de Gallo, en su primera parte Ruiz aborda una constante en su poesía, un reconocimiento a los poetas ingleses, se sumerge en el lago Coleridge o Wordsworth ahí nos dice donde va la dirección que apunta. Poetas románticos con cortas palabras pero buscando la belleza como una ligera cuerda de violín que queda vibrando. Álvaro Ruiz usando el pincel de ellos pero monta otro cuadro.



“Asuntos de memoria y belleza

De bien morir y volver a nacer

Con la boca cerrada

Sin aliento de muertos”.



Como en los mejores tiempos del Lar hay atisbos de volver a ese pueblo fantasma que no es otra cosa que una tautología hacia la inocencia y el origen lejos de las perversidades. Hay un Teillier hablándole detrás de la oreja como esas voces que nos dictan, según el gran Gonzalo. Pero es que es, esa amistad, fraguada cercana a la muerte siempre. Fecunda como la vida. Y hago una pregunta ¿quién no escribe para que los amigos nos escuchen, nos retracten y finalmente nos acepten?.



“El único emporio ha cerrado.

No hay hospedaje.

Entonces, las cigarras, los grillos, la vigilia y el sueño

en un banco de resecas tablas de raulí

en la misma plaza de este pueblo sin nombre.”



Pero también, aquí tras los visillos, sutilmente, en algún lugar sonríe feliz, de mechón blanco con una copa en la mano disfrutando Rolando Cárdenas con eso de que haremos con el marino borracho.



“¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!

Aquel trastornado que se fue con un pañuelo blanco en el alma

Hacia un cielo que sí existe”





Ruiz es un poeta experimentado con un camino ya rehecho y puede darse el lujo de convertir a un poeta en adjetivo y se ahorra otras explicaciones. Porque este texto es eluardiano por antonomasia. Ese querido Paul, Primero surrealista de Manifiesto luego realista y político por la fuerza de la realidad ( valga la “rebuznancia”) Hay en este libro imágenes surrealistas, mezclados con aportes del toque social. Lo lárico porque todavía Chile es un Lar en blanco donde siempre hay que volver a escribir.

En lo personal me gusta el acápite mejicano en donde se funde con Malcom Lowry para penetrar en las tremendas visiones que produce ese país. Las leyendas, la historia, los árboles y el universo americanizado. Interesante registro de poesía viajera y en donde aparece un maravilloso poema. Amejicanado habla de la muerte “Mi vida es una arteria calcinada” aplicando algunas fórmulas del transrealismo.



“Si yo supiera morir sin violencia

Expiraría a un costado del camino

Donde crecen aquellas flores amarillas

Que en México llaman de muertos.





Viejo zorro Ruiz, astuto vivaracho, escurrío, o poeta de fuste el orden de la aparición de los poemas van develando un mundo Ruizano en un afán de ir adentrándose en una gran casa o tal vez en ese hermoso pueblo fantasma donde todos volveremos algún día.



“Los poetas tienen algo de bandoleros

Disparan al corazón y a la bolsa

Y guardan a un costado del talento

El sentido de sus afanes.



En otro tiempo fueron expulsados de la República

Por cargos de corrupción, vagancia y locura

Por sabotear el orden de las cosas naturales

Y oponerse a la vara con la cual serían medidos.”



Con ello y con mucho llegamos a estas estrofas notables cuyas sentencias rítmicas profundas aspiran al más íntimo placer que produce leer buena poesía paratándose de discursos o declaraciones en que a veces se cae. Aquí Ruiz nos deja flotando en la poesía desde su nacimiento en la historia y plasmándose en el fuego:



“Nunca fui a ninguna parte

Ni siquiera a la esquina

Siempre me quedé en mi mismo

Mirando lo que no existía

Y así fui sumando los árboles

De la arboleda

Que eran apenas menos de cien.”







La poesía de Álvaro Ruiz ha hablado



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